martes, 18 de mayo de 2010

Fundamentación pedagógica


Para la enseñanza del lenguaje escrito el trabajo pedagógico se centra en la construcción de las diferentes formas a través de las cuales se inicia el proceso de significación, que comienza con la adquisición de un sistema de significación y el manejo del código alfabético. Según Piaget
[1] “la función simbólica consiste en diferenciar los significantes de los significados, de tal forma que los primeros puedan permitir la representación de la evocación de los segundos”. De aquí se deriva la necesidad de que el niño se apropie del código escrito, no solo como función decodificadora, sino como posibilidad dar significación y sentido a sus propias construcciones. También se evidencia la importancia de posibilitar contextos que estimulen y favorezcan el desarrollo del lenguaje oral desde temprana edad, puesto que los niños escriben según lo que escuchan y hablan.
Jean Piaget provee las investigaciones sobre el uso del lenguaje en la infancia; sus observaciones sistemáticas lo llevan a establecer que todas las conversaciones de los niños encajan en dos grupos: el egocéntrico y el socializado. En el lenguaje egocéntrico el niño habla solo sobre sí mismo y no toma en cuenta a su interlocutor. En el lenguaje socializado el niño intenta un intercambio con los demás ruega, ordena, transmite información y hace preguntas; también afirma que solo a través de las estructuras puede "leerse" el mundo. Pero estas estructuras se construyen en la misma interacción con el medio externo: son el resultado de la "interacción entre las actividades del sujeto y las reacciones del objeto".
Quedando así breve y esquemáticamente esbozada la concepción integracionista del conocimiento. Para Piaget, la sola presencia de los objetos no provoca el conocimiento, porque el individuo no actúa como una máquina registradora, sino que es la actividad del individuo la que provoca las acomodaciones necesarias para el conocimiento: la actividad estructuradora del sujeto sobre el objeto engendra el conocimiento.
Lo anterior refuerza la posición de que es indispensable que el maestro dé todas las oportunidades para que los niños se expresen oralmente en forma permanente y de manera espontánea; de la misma manera seguirá desarrollando su lenguaje escrito, así como el gusto y la sensibilidad ante la palabra poético literaria.
La lectura se convierte así en una práctica de interpretación y comprensión de significados que no solo permite aprehender el mundo sino que la convierte, a la par con la escritura, en prácticas sociales
[2] encaminadas a la apropiación y resignificación de la cultura que parten de los intereses y afinidades de los niños y niñas.
Partiendo de lo anterior, el proceso escritor es un proceso dinámico de construcción cognitiva que le permite a los sujetos, en este caso los niños y niñas de primer ciclo, actuar en la cultura, que implica en sí misma un abordaje de su afectividad y de las diversas formas de socialización utilizadas por la infancia, para generar procesos lectores realmente significativos y que provean habilidades para afrontar retos futuros.
En esta perspectiva, es importante resaltar que es el maestro(a) quien debe estimular la creación de espacios de reflexión crítica y desarrollo del gusto y disfrute de la lectura y la escritura, que vayan más lejos de la enseñanza de los símbolos y las grafías. Convirtiendo los procesos escritores en dinámicas plenamente funcionales dentro de la aprehensión del mundo y la creación de mundos posibles.
El propósito es, en definitiva, promover estrategias pedagógicas que permitan potenciar los procesos de enseñanza/aprendizaje de la escritura en el primer ciclo, facilitando la construcción de ambientes de aprendizaje donde los niños y las niñas se desarrollen plena e integralmente como sujetos participes de una sociedad y una cultura.
[1] PIAGET. Jean. El lenguaje y el pensamiento en el niño. Madrid 1931

[2] Bajtín. Citado en Orientaciones Curriculares-Comunicación, Arte y expresión. Secretaria de Educación del Distrito: Bogotá una Gran Escuela. 2007. P. 102.

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